Normalmente tenemos una preocupación con el cuidado de nuestro hogar. Mantenerlo limpio, organizado, cómodo, para recibir los amigos, y siempre bien cuidado para que no se deteriore con el tiempo. Esto requiere un gran esfuerzo todos los días, a veces pasamos horas y horas limpiando la suciedad, la grasa impregnada en la estufa y las manchas en la alfombra. Cuanto más limpiamos, más cosas encontramos para limpiar. Queremos que el piso este impecable, que el closet este bien organizado, cambiamos el vidrio roto de la ventana, la puerta del armario que se cayó, y algunas veces estamos cansados, pero mientras no esté la casa limpia y organizada exudando la fragancia limpieza, oliendo un buen perfume, no nos damos por satisfechas. Ésta es nuestra casa física donde vivimos. Nos preocupamos para dejarla en el mejor estado posible para poder vivir juntos y felices con nuestra familia.
¿Y la casa donde vive el Espíritu Santo?
Nuestro corazón representa el hogar espiritual. Nuestro cuerpo es el templo de Espíritu Santo y hay que cuidarlo porque el corazón es la fuente de vida. Hay que mantener nuestra casa espiritual limpia, para que Jesús pueda vivir en nuestro cuerpo.
¿Como podrá el Espíritu de Dios, que es tan santo, vivir en ligar impuro o sucio?
Es necesario sacar la basura: como el pecado, el orgullo, las heridas del pasado, aquella "grasa" que poco a poco se fue impregnando con el tiempo, las decepciones. Es necesario sacar las piedras que hacen nuestro corazón tan duro y orgulloso.
Todo el esfuerzo que hacemos con nuestra casa física tiene que ser aun más por nuestra vida espiritual. Y cómo el residente de nuestro corazón es Jesús, tenemos que dejarlo firme como una roca, siempre puro, limpio, con el olor de la humildad y siempre oliendo la fragancia de Jesús. Todo lo que intente entrar, que al "residente" no le gusta, debe ser sacado inmediatamente, para ser limpio y purificado. Entonces, Jesús podrá vivir para siempre y nosotros podremos exhalar el buen perfume de Nuestro Señor.
Si tu corazón está sucio, pero quieres que Jesús esté adentro, tienes que tomar una actitud de fe y pedirlo con todo tu corazón. Invítalo a vivir dentro de ti y a través de la comunión diaria con nuestro Dios, poco a poco la suciedad se limpiará. Te transformaras en otra persona y jamás desmayaras en tu fe.
El secreto está en la dependencia total y única con Dios. Hay que poner todas nuestras expectativas en Él, y no en los hombres, porque son de carne y llenos de fallas, siempre nos decepcionan. Pero nuestro Dios nunca falla con nosotros. Cuando vivimos en plena comunión y dependencia en Él, podemos exhalar el buen perfume para aquellos que no lo conocen.
"Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de Él mana la vida." Prov. 4:23
"Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden. Para estos, somos olor de muerte que los lleva a la muerte; para aquellos olor de vida que los lleva a la vida." 2 Corintios 2:15-16
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