En estos meses he aprendido algo que quiero pasar para ustedes.
Dice David: "Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios."
(Salmos 69:2-3)
Hay momentos, donde uno debe aprender a dominar la emoción y la ansiedad, pero para eso debe pasar un tiempo en el pozo.
El pozo es un estado de total aflicción, donde estás vos y Dios.
En tu interior, escucharas, "Sólo YO te puedo sacar."
Muchos querrán sacarte pero no podrán; ya que, en ese lugar es en dónde tendrás que aprender a depender de Dios, a depositar tu confianza en Él, y a pedir su ayuda. No es nada fácil, porque tu corazón estará en total y completa desolación.
Esto es diferente a estar en el desierto, donde ahí solo aprendes a crecer y madurar espiritualmente, dentro de la obra. El desierto es para soportar las tentaciones de la carne.
En cambio, estar en el pozo te ayuda a reflexionar. A pensar en tu Salvación.
A clamar por el favor de Dios. A pensar en tu bienestar espiritual y en tu comunión con Dios.
La lección es que nosotros necesitamos de Dios y debemos recordarlo siempre. Por eso, es que muchas veces somos afligidos por el propio Dios. Para que en el momento de la desesperación, encontremos consuelo a su lado.
Dios no quiere que busquemos al hombre, sino que lo busquemos a Él. Porque el hombre no tiene todo el conocimiento ni la solución a todos nuestros problemas.
Cuando estas en ese estado no importan las oraciones ni los ayunos ni los sacrificios, solo hay que esperar en Dios. Ya que todo, tiene un propósito.
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